Comenzaba una discusión entre ellos, él insistía, ella se negaba, intentaban ponerse de acuerdo, pero no llegaban a ningún lado de ese modo. Él estaba apoyado contra la pared, mirándola, amándola. Ella, dispuesta a no pelear más y dejar la discusión en el pasado, lo abrazó. No iba a soltarlo por nada del mundo, ni esa tonta pelea iba a detenerlos, él es su mundo, su razón. Ella lo contemplaba, él le devolvía la mirada, diciéndole lo hermosa que era. Son muy felices juntos, basta el uno con el otro para que todo esté en su lugar, nada les importa mas que estar juntos.
Ella finalmente era feliz, su vida era tan oscura sin él, todo era soledad. Pero él llegó a su vida para hacerla feliz. 7 meses encargándose de ella, tratando de hacerla sentir linda, querida, respetada. Para ella nada era suficiente pero él se acercaba mucho, era lo único que necesitaba en su vida, tardó en darse cuenta, pero unieron sus vidas para siempre aquel sábado.
Ella debía irse. Le dio un beso en la boca, tierno e intenso, que no olvidara hasta la próxima vez que se volvieran a ver para recordarselo. Con un te amo y ojos llorosos ella se alejaba y, él, no dejaba de mirarla, preocupado por lo que pudiera pasar cuando ella llegara a su casa. Ella, se sentó para un viaje más comodo, y sintió su bolsillo vibrar, pero no sacó su celular. Lo dejó ahí, no quería saber nada, no estaba lista para algún reclamo de él ni nada de eso. Miró por la ventana todo el viaje. Estaba muy triste. Lo necesitaba, necesitaba abrazarlo, sentirlo cerca. Se sentía sola, desprotegida, y por sobre todo, con miedo. Miedo a perderlo, con él se iba su vida, perdería todo. Sin él a ella ya nada le importa, sólo lo quiere a él, nadie más podría reemplazar su lugar. Miedo, la peor sensación que ella podría sentir, la que más vulnerable la hace, esa sensación que en ese momento la amenazaba con volverse una realidad irremediable, miedo a no tenerlo más, miedo a no sentirse más amada por el único hombre que le importa en el mundo, miedo a no poder besarlo ni abrazarlo más, miedo a perder la razón por la que ella quiere seguir respirando cada mañana, miedo a que sus ganas de seguir viviendo se fueran con él. Contuvo las lágrimas todo el viaje, y cerca de su casa, tuvo el valor de por fin, sacar el celular de su bolsillo y ver la realidad que prontamente iba a golpearla en la cara, derrumbando toda ilusión. Pero la sorpresa venía y no era algo negativo, sorprendiéndola una vez más. Ella, comenzó a leer aquel mensaje en el celular.
Él en ese mensaje le decía todo lo que sentía por ella, cómo cambió su vida cuando la conoció, lo feliz que era con ella y la tristeza con la que iba a tener que vivir si la perdía. Ambos llorando, él escribiendo el mensaje y ella leyéndolo, por fin sintieron que se pertenecían definitivamente el uno al otro, que jamás iban a permitir que nada los separase. Por fin, ella comenzó a llorar, pero por primera vez esas lágrimas no eran por tristeza, era la felicidad misma en sus ojos, resbalando por sus mejillas. Él lo logro, él cambió su vida. Él la hizo feliz.
Lo que no sorprende, o tal vez sí, es que ella, soy yo.

"Dicen que las personas vienen a nuestra vida por una razón, brindándonos algo que debemos aprender y llevar a otras personas que también lo necesiten."

No creo en las casualidades, mucho menos en el destino,
no se como paso, ni porque,
para que llegaras a mi vida y me dieras tanto,
para que seas lo suficientemente en mi vida
como para que siga acá por vos,
por salvarme de tantas,
por detenerme cuando yo no sé cuando hay que frenar,
por hacerme sentir una persona que vale
y que tengo muchas cosas por las que seguir,
por hacerme entrar en razón cuando no estoy en mis mejores momentos,
cuando quiero acabar con todo vos me das una razón para seguir,
y eso sos vos.

1 comentario:

manue. dijo...

Perdón si te molestó, ahora lo saco :)